Tres tazas de té sondeando en Jorf Lasfar (Marruecos)

Al principio de los años noventa nos encargaron el estudio geotécnico de determinadas instalaciones de la Central Térmica de Jorf Lasfar (Marruecos) cuya construcción se iba a iniciar en breve. Me desplacé al lugar en varias ocasiones y de forma continuada tenía in situ – afortunadamente – a una excelente Ingeniero de Caminos, Maria Eugenia Pons, que actualmente es profesora en la Universidad de Tucumán. Ver trabajando a una mujer, y además, con responsabilidad, no era una cosa frecuente en aquellos pagos. Maria Eugenia tenía que soportar a la salida diaria del hotel una corte de marroquíes que la esperaban ansiosos de acompañarle al sitio, a varias decenas de kilómetros de distancia. Debo decir que el adjetivo calificativo de ansiosos no sé si es el más acertado.
El paraje donde se sondeaba era una rasa a unos 40-50 m de cota, a escasos cientos de metros del mar, en la que abundaban las nieblas un tanto frías. Pues bien, recuerdo que muchos días, a media mañana, aparecía el propietario de las tierras con su hijo pequeño el cual portaba una bandeja plateada con una majestuosa tetera – también plateada – más una serie de pequeñinas tazas de cristal tallado, a modo de vasos con asa. Recuerdo que la tapa de la tetera sobresalía varios centímetros por encima de la cabeza del niño. Entonces, se interrumpía el sondeo y, durante unos diez minutos, la ceremonia de beber tres tazas – no dos ni una – mientras se hablaba de cualquier cosa agradablemente banal o insulsa, se convertía en una rutina diaria. En aquel paraje un tanto inhóspito chocaba la educación y cortesía de una persona de edad al que probablemente le iban a expropiar sus tierras, y no siempre de manera justa y equitativa. Yo no tengo el hábito de beber té pero recuerdo que aquellas tres tazas de infusión con aromas de menta y otras especias me dejaron un sabor irrepetible.