PASANDO LA ADUANA MUESTRAS DEL MATERIAL PARA EL NUCLEO EN LA PRESA DE IRURO

La presa de Iruro está en las estribaciones de la cordillera andina peruana, a unos 4.000 m de altura sobre el nivel del mar. En el análisis de alternativas que se hicieron, hace ahora más de treinta años, se contempló una solución de presa de materiales sueltos con espaldones de roca y núcleo de detritus de tobas volcánicas que localmente denominábamos “tufas”. No había suelos con una mínima fracción arcillosa que transfiriera la impermeabilidad requerida al núcleo. Las muestras se analizaban en la Universidad Autónoma y en la Católica de Lima donde había, y sigue habiendo, excelentes ingenieros geotécnicos. De común acuerdo, decidimos ensayar algunas muestras de tufa en el Laboratorio de Geocisa y en el del CEDEX, ambos de Madrid. Yo me encargué de traerlas en uno de mis viajes a España.

En el embarque en Lima, me hicieron pasar a una sección del aeropuerto, por detrás de los mostradores de facturación y me encontré con un perro parado de pie sobre la maleta en la que llevaba las muestras de roca sana. La tufa tiene una densidad muy baja, flota en el agua, y las 5 muestras de roca (unos 30 cm de testigo de sondeo cada una) no pesaban más allá de 1-2 kg, lo que no transfería sensación alguna de peso a mi maleta. La tufa no huele más que a roca, es decir no huele. No había razón alguna para sospechar algo raro en mi equipaje, lo cual se confirmó tras una conversación convenientemente apoyada con “adecuados” razonamientos.

Pero algo me hizo pensar aquel día que yo era “el elegido” pues nada más colocar mi maleta en la cinta de la aduana madrileña me pasaron a un cuarto anejo, me hicieron abrir la maleta de las muestras, no la de mi ropa y equipos, y me pidieron descubrir los testigos parafinados de roca. Les comenté que el parafinado era para impedir la pérdida de humedad y que era imprescindible no hacerlo para poder caracterizarla geotécnicamente bien. Aceptaron dejarlas en depósito hasta el día siguiente en que vendríamos con la documentación pertinente y con un representante legal de nuestra empresa. Así lo hicimos y acudimos 24 h después, acompañados también de un Agente de Aduanas conocido mío. Fue inútil, había que abrir las muestras. No tuve más remedio que quitar el extremo de parafina de una de ellas, romper un fragmento pequeño de testigo e inmediatamente envolver el resto con papel film (entonces era poco conocido). Cuando los guardia-civiles vieron un trozo de material apelmazado, poco pesado, blancuzco, que al rayarlo y rascarlo desprendía un polvillo blanco, sus caras se iluminaron de satisfacción por haber insistido en impedir la entrada de aquella cosa que yo llamaba tufa. Si es que hasta el nombre era provocador.

Afortunadamente, imagino que los ensayos del laboratorio de la Guardia Civil, nos permitieron retirar los cinco testigos al día siguiente.