COMO UN “ECCE HOMO” EN LAS INVESTIGACIONES DE SUELOS PARA EL NÚCLEO DE LA ESPERANZA

La presa La Esperanza, en la provincia de Manabí (Ecuador), se diseñó y construyó con la tipología de materiales sueltos, con núcleo de suelos razonablemente impermeables. En la búsqueda de estos suelos se estuvieron realizando prospecciones en diferentes zonas de las terrazas y márgenes del río Carrizal en el que se ubica la presa. La mayor parte de las prospecciones eran calicatas realizadas a mano por un equipo de 2-3 personas y se conseguían rendimientos de apenas una cata por equipo y día. Desplazábamos hasta tres equipos. Los propietarios de los terrenos, a los que pedíamos permiso para sondear, sabían que podía existir la posibilidad de ser expropiados si el terreno era de la calidad buscada. Muchos de los pagos eran cafetales y cacaotales que les permitían tener unos ciertos ingresos por lo que no les hacía mucha gracia. Por Calceta – el pueblo más cercano – se decía que “al peladito le van a dar de filo y de plano”. El peladito era yo pues mi calva era ya ostentosa y en Ecuador existen pocos calvos.

Al ir caminando con uno de mis equipos hacia un cafetal, no fui totalmente consciente del aviso de mi gente sobre un alambre de espino que delimitaba un potrero. El resultado fue una serie de heridas en el borde superior de las dos cejas que al poco tiempo me dejaron la cara como la de un “Ecce homo”. Me aposté en el borde del camino de tierras, el que usábamos para acceder a nuestro campamento en la presa, en la espera de que pasara alguno de nuestros vehículos. Entonces el móvil no existía y nuestra emisora de radio se quedó sin alcance. Varios coches de habitantes de Calceta pasaron junto a mí y me ofrecieron ayuda.

Afortunadamente en Calceta cosieron muy bien mis heridas cosa que no podía imaginar al ver alguna cucaracha pasando por la luminaria del techo de lo que llamaban quirófano. Pero lo que no pude impedir es que en el pueblo empezaran a decir: “al peladito ya le han dado de filo, ahora queda que le den bien de plano”.

Debo terminar diciendo que, diez días después, en el Hospital Anglo Americano de Buenos Aires me quitaron los puntos y alabaron la excelente intervención de un buen cirujano plástico. No pude decirles toda la verdad.